[Tomás] Al meter, efectivamente, su mano,
alcanzó la plenitud su fe. ¿Cuál es la plenitud de la fe? Creer que Cristo no
es sólo hombre ni sólo Dios, sino hombre y Dios. Ésa es la plenitud de la fe,
pues la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. De esta manera, el
discípulo, después que le fueron ofrecidas, para que las tocase, las cicatrices
y los miembros de su salvador, tan pronto como lo tocó, exclamó: ¡Señor mío y
Dios mío!Tocó al hombre y reconoció a Dios; tocó la carne y dirigió su mirada a
la Palabra, puesto que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Esta
Palabra soportó que su carne fuera suspendida de un madero; esta Palabra
soportó que su carne fuese taladrada por clavos; esta Palabra soportó que su
carne fuese traspasada por una lanza; esta Palabra soportó que su carne fuera
depositada en el sepulcro; esta Palabra resucitó su carne, la ofreció a la
mirada de sus discípulos para que la vieran, y a sus manos para que la tocaran.
La tocan y exclaman: ¡Señor mío y Dios mío!
Fuente: San Agustín. Sermón 258.
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