Inmensos son los bienes que da al alma la divina Eucaristía, pero cuanto más un alma tenga confianza, tanto más recibirá. Cuando con el corazón dilatado por una grande esperanza nos acerquemos a recibir el Cuerpo adorado del Salvador, ¿quién dirá los beneficios saludabilísimos, las gracias que a nosotros vendrán del divino contacto? ¿Quién no lo ha experimentado?
¡Esperamos todo por aquel que por nosotros ha permanecido aquí en esta tierra! Nos dan pena nuestras culpas diarias, se afana el corazón de no poder amarlo cuanto querría: el deseo de avanzar para dar gusto a Él nos asedia! ¡Las aguas refrigerantes de nuestro Jesús eucarístico responderán por todo!
Fuente: Beata Cándida de la Eucaristía. Coloquios Eucarísticos. Roma. Edizoni ocd,2012. p 100.
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